OSWAL AGRADECE

Enero del 2011.
Ha pasado el tiempo… ¡sí! Aquel chico dibujaba con gozo y era su gran orgullo ser el que mejor lo hacía en la clase de la primaria. Sin embargo, curiosamente, admiraba a sus compañeritos que dibujaban bien. Y por la misma razón admiraba a su padre: ¡él dibujaba tan bien! Ese dibujar se hizo obsesión pero, ¡nada de escuelas! Todo debía de venir como una aventura, mirando, mirando mucho. Así, los árboles del invierno le mostraron trazos que con sus retorcimientos se llenaban de significados. Y el viento que acompasadamente mecía esos mismos árboles, hablaba de tensiones. Más allá, las nubes explicaban los contornos difusos, y así, de a poco, cada cosa hizo su parte en esta escuela natural del dibujo. Y aparecieron también las personas con sus historias que, dramatizadas, fueron camino hacia los futuros personajes.

Todo esto, en conjunto, murmuró la palabra “autor”, que es el hombre intentando ser Dios, y de este revuelto, un día surgió “Sónoman”, un cuenco vació para llenar. Corazón y mente se dieron a esa tarea y el mundo de “Sónoman” comenzó a crecer. Se desarrolló y, como todo en esta vida, un día más lejano desapareció y pasó a la magia del recuerdo. Desde allí sobrevienen ecos, ecos que resuenan aún en los más jóvenes, los que no lo conocieron en aquellos lejanos tiempos.

Y ahora, ¡cómo convencerlos, a todos, a mis colegas en el tiempo, a los colegas jóvenes de hoy, a mis queridos lectores de antaño, a mis lectores de ahora, en fin, a cuantos me han dedicado sus preciosos instantes a realizar dibujos para este reconocimiento, que estoy realmente emocionado y agradecido?

Hay una sola palabra que cuando alcanza su hondo significado lo dice todo: ¡gracias!

¡A todos!

Oswal.